¿Cuándo se acaba la paciencia y se comienza a actuar? ¿Cuándo en un pequeño instante comienza una rabia interminable y podemos salir de nuestros espacios “privados” y sumarnos “al del lado” en una sociedad individualista que no conoce a su vecino? ¿Cuándo realmente produce satisfacción el hecho de formar parte de algo más allá de una tribu urbana o una moda? ¿Cuándo podemos ser parte de una “identidad colectiva” en una sociedad que nos dice que “no existe lo colectivo”? ¿Acaso, de una u otra manera el sentimiento colectivo aplastado y olvidado late en cada uno de nosotros en forma pasiva y de un momento a otro estalla y dice “no más” (¿?). Acaso es imposible el mantener teorías y paradigmas egoístas sin caer en una suerte de confusión generalizada que nos lleva a pensar que es imposible el creer en universales individuales sin que existan elementos colectivos que nos permitan pensar en que más allá de que “yo exista” mi existencia involucra al otro, y por ende la construcción de “la justicia, la igualdad, la democracia, el mérito....” es, aunque sea en parte, un sentimiento o un sentir colectivo.
Creo que es imposible creer en un concepto “ético” sin que exista una suerte de materialización de ese concepto, y es ahí done sentimos una suerte de ataque hacia nuestro sistema de creencias y decimos “basta”. Es ahí donde surge la materialización del descontento; cuando todo aquello que “creemos”, y que no da nuestra identidad, no es posible de percibir en lo más mínimo en la realidad y, por ende, luchamos por “el” de la misma manera como luchamos “por lo que somos”. Y se lucha con pasión, y se lucha por que realmente es lo que “creemos”, por que no existe una posibilidad lógica de pensar aquello que no existe, sino como mera abstracción, y se lucha por la materialización o por la “mantención” real de aquello en lo cual creemos. Es, a fin de cuentas, las movilizaciones, y su constante aumento de apoyo, una lucha que se da en el terreno de las “ideas”, de la materialización de aquello en lo que creemos quienes conciben que; detrás de toda sociedad deben existir elementos éticos básicos proporcionados por el Estado, y, obviamente, protegidos por ella, y beneficiados por ella y resguardados de cualquier interés individual. Por que tras cualquier sistema económico social es imposible el concebir “todo como un mercado” sin caer en la dicotomía de concebir, entonces, a la sociedad completa como un mercado y, por ende, sin ninguna moral, ética o sentimiento colectivo de identidad.
Creo que es imposible creer en un concepto “ético” sin que exista una suerte de materialización de ese concepto, y es ahí done sentimos una suerte de ataque hacia nuestro sistema de creencias y decimos “basta”. Es ahí donde surge la materialización del descontento; cuando todo aquello que “creemos”, y que no da nuestra identidad, no es posible de percibir en lo más mínimo en la realidad y, por ende, luchamos por “el” de la misma manera como luchamos “por lo que somos”. Y se lucha con pasión, y se lucha por que realmente es lo que “creemos”, por que no existe una posibilidad lógica de pensar aquello que no existe, sino como mera abstracción, y se lucha por la materialización o por la “mantención” real de aquello en lo cual creemos. Es, a fin de cuentas, las movilizaciones, y su constante aumento de apoyo, una lucha que se da en el terreno de las “ideas”, de la materialización de aquello en lo que creemos quienes conciben que; detrás de toda sociedad deben existir elementos éticos básicos proporcionados por el Estado, y, obviamente, protegidos por ella, y beneficiados por ella y resguardados de cualquier interés individual. Por que tras cualquier sistema económico social es imposible el concebir “todo como un mercado” sin caer en la dicotomía de concebir, entonces, a la sociedad completa como un mercado y, por ende, sin ninguna moral, ética o sentimiento colectivo de identidad.
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