miércoles, 19 de agosto de 2009

Los Indigenas no fueron Convidados/ La Genesis del Conflicto Mapuche

A Modo de Introducción.

Esto nace desde la rabia y desde el malestar que produce la incapacidad de pensar más allá de nuestras narices; de no ver que nosotros no somos más que un producto de procesos históricos y sistemas de pensamientos que, con una estúpida soberbia, hemos considerados como verdaderos y naturales.



El problema indígena debemos observarlo en su proceso histórico, el cual nos remite al estudio de un hecho fundamental en todos los países latinoamericanos: el hecho colonial. Latinoamérica actual es fruto de su condición histórica de la colonia. Desde el primer instante en que la conquista europea se instaló en América lo que antes fue un conjunto de grandes sociedades independientes, empezaron a perder su autonomía y pasaron a ser satélites de una metrópoli colonial que impuso su organización política, que quebró la matriz económica redistributiva de las sociedades Andinas y Mesoamericanas para someter a sus habitantes a un tipo de producción para el mercado, dentro de relaciones de producción serviles, principalmente. Las formas económicas-políticas e ideológico-culturales impuestas por los europeos para montar su propio imperio colonial se impusieron como las únicas formas nacionales en su alcance geográfico y su organicidad. Los pueblos indígenas empezaron a perder las condiciones históricas para su desarrollo autónomo. Desde entonces, la reproducción de sus formas económicas, políticas y cultural- ideológicas se hizo dentro del sometimiento y con los elementos que el sistema colonial iba introduciendo en los pueblos indígenas. Quebrada la unidad de conjunto que uniformiza, sólo quedó por siglos un conjunto disperso de desarrollos locales desiguales.

La independencia de España no significó para muchos o casi todos los pueblos indígenas de Latinoamérica la ruptura de la situación colonial. Por el contrario, el proceso republicano profundizó la dominación sobre los indígenas. La monarquía española trató de conservar lo indígena y su legislación fue eminentemente proteccionista, reconociendo legalmente la inferioridad del indio. La República reconoció la igualdad del indio frente a los criollos y mestizos. En nombre de esta igualdad, entendida como la libertad de comprar y vender, se produjo una gran expansión de latifundios existente a costa del saqueo de las tierras comunales compradas a precios totalmente ridículos o con todo tipo de engaños. Hoy el sometimiento indígena es muchísimo mayor por la consolidación del Estado capitalista, que sigue asumiendo, frente a las instituciones indígenas, un comportamiento colonial.

El gobierno ha manifestado la voluntad de aportar soluciones a los problemas que enfrenta las poblaciones indígenas del país, justamente cuando el movimiento mapuche comienza a ser visible desde la violencia. Pero la solución del "problema indígena" seguirá siendo abordada "por" y "desde" el Estado; la participación de los indígenas estará dada en el marco que el propio Estado define para ello. Como siempre, la cuestión mapuche será tratada a través de una legislación “favorable al indígena”, naturalmente que "más justa" o por lo menos más adecuada que las precedentes, pero siempre a nivel del Estado central.

La sociedad típicamente dual o plural, esta formada por una Latinoamérica blanca y la Latinoamérica indígena; la población súper-marginal es la indígena que tiene todos los atributos de una sociedad colonial. La división entre las dos Latinoaméricas - la participante y la marginal, la que tiene y la que no tiene - muestra apenas la existencia de una sociedad plural y constituye el residuo de una sociedad colonial; pero las relaciones entre las dos latinoamericas (blanca e indígena) tipifican de una manera mucho más precisa el problema de la sociedad plural y del colonialismo interno. Entonces, el problema indígena es esencialmente un problema de colonialismo interno. Las comunidades indígenas son nuestras colonias internas. La comunidad indígena es una colonia en el interior de los límites nacionales. La comunidad indígena tiene las características de la sociedad colonizada.

En este sentido, y parafraseando a Marx, un fantasma recorre Indo América: el fantasma de la autonomía. Hasta hace apenas unos lustros apenas unas cuantas organizaciones indígenas de avanzada planteaban la demanda de la autonomía, y esto de modo en extremo un cuanto nebuloso. Desde fines de los noventa, la meta autonómica surge ya como la principal bandera de lucha de los mapuches. Los cambios de perspectiva socio-política que ello implica son apreciables. Se pasa de las peticiones aisladas y restringidas para dar paso a demandas de reindivincación y autodeterminación. Y estas aumentan en la medida que el Estado no ha logrado responder a las expectativas que el mismo Estado creó en pos de la consolidación democrática.

Estos fenómenos, el marginalismo y la no-participación en el crecimiento del país, la sociedad dual o plural, la heterogeneidad cultural, económica y política que divide al país en dos o más partes con características distintas, se hallan esencialmente ligados entre sí, y ligados a su vez con un fenómeno mucho más profundo: el colonialismo interno, o el dominio y explotación de unos grupos culturales por otros. En efecto, el colonialismo no es un fenómeno que sólo ocurre en el ámbito internacional, sino que se da en el interior de una misma nación o país en la medida que hay en ella una heterogeneidad étnica, en la que se ligan determinadas etnias con los grupos o clases dominantes y otras con los dominados.

Podemos resumir todo lo anterior señalado con algunas palabras de Rigoberta Menchú: "sería muy difícil poder contar sobre todos los rostros que vi de los hermanos indígenas. Tenemos rostros comunes y sobre todo los mismos síntomas de la esclavitud y del colonialismo en plena modernidad. Mis hermanos están muriendo de cólera y de hambre, que se están muriendo de tanto salvajismo del mundo moderno. Nuestros mayas y nuestros aztecas sacrificaban seres humanos a sus dioses, pero ¿cuántos seres humanos han sido sacrificados a los dioses del capital durante más 500 años? ¿Cuantos están siendo sacrificados hoy, sólo que ahora por la agonía de hambre y de miseria? Eso es inconcebible"



domingo, 9 de agosto de 2009

Hagamos una Ronda Hablando de la Paz

Hablemos de la paz desde una perspectiva de guerra. Hablemos desde el pacifismo para descubrir que tras ese concepto se esconde la guerra que da origen a la posición misma del pacifismo.

Conversemos de la paz y abrasemos la moralidad hasta las lagrimas de la emoción. Celebremos la paz y habremos olvidado que aquello que existe como paz no es nada más que el olvido de la latencia de la guerra.

La existencia de la paz nos obliga a la observación de los universales y el acatamiento de esa suerte de verdad revelada. Pero esa verdad no existe como tampoco la existencia de los universales que justifiquen la existencia misma de la verdad. Tras la paz existe la dominación y el control, existe el silencio de la resistencias o la absorción de estas, para comprender la mantención del fin de la guerra. Entonces; tras la paz, que es una observancia universal, existe una dominación e imposición que logrará entregar tanta paz así como su capacidad de ejercicio de violencia le sea posible. No hay más que eso, no existe más paz que la capacidad activa a pasiva de poder ejercer la guerra por parte de un individuo o algún grupo.

No hay paz en los DDHH, es una imposición de una arbitrariedad de aquello que se ha determinado como ser humano y que obliga a la imposición de una directriz ya formulada por un asunto de dominación de concepciones. Su creación y por lo tanto en la imposición de una determinada categorización, y definición, de aquel arsenal conceptual que el mismo poder ha creado. No existe, y siguiendo el mismo ejemplo, ninguna definición de DDHH sin una definición de qué es el ser humano, por lo que la universalización de los DDHH supone de manera obligatoria la existencia de un ser humano universal. Ríete a carcajadas en tu tumba Kant.

Lo anterior no representa, como podrían suponer mis inquisidores de siempre, el estar escribiendo en contra de los DDHH, sino, algo completamente diferente, el hacer visible la invisibilidad por la cual actúan nuestras concepciones que obligan a observar por otros aquello que jamás ha sido visible. De la misma manera como sería ridículo el abolir los privilegios monárquicos en Chile, por que obviamente no tiene monarquía, la entrega, mejor dicho imposición, de derechos humanos ahí donde no existen principios básicos que permiten el comprender la democracia como introyección nos obliga a reconocer que bajo principios antidemocráticos los DDHH no tiene ninguna validez. Y bien sabemos que la democracia no está legitimada de manera universal, y bien sabemos que existen regímenes antidemocráticos legitimados en nuestro hermoso planeta tierra. Derechos entre iguales es comprensible, es totalmente aceptable, pero ahí donde existen los no-iguales es imposible el comprender los principios de igualdad con respecto a la existencia de derechos para aquellos que no son reconocidos como iguales.

Claro que buscamos paz, y es algo totalmente digno de ser buscado, pero debemos buscar paz reconociendo que esto obliga a la dominación de algunos por sobre otros que los lleven a callar, agachar la cabeza o regocijarse a los segundos por el triunfo de los primeros. Tristeza y resignación frente a la imposibilidad de alcanzar la paz, o la risa y la emoción por el triunfo alcanzado. Da lo mismo, sencillamente la paz es una imposición de una objetividad arbitraria ahí donde sólo podemos observar clasificaciones y categorizaciones que destruyen la subjetividad de lo que soy, por la existencia de un no-yo, sino de un nosotros. Lo siento Huntington pero tu choque de civilizaciones no es producto de la barbarie de un pueblo sino algo tan natural como el nacimiento de la paz; el fin de la guerra. Creo en la paz, en la medida en que creo que existen iguales.

La paz implica legitimidad de esta dominación positiva- tanto en términos jurídicos como valóricos- y es por ello que es imposible que los no-iguales reconozcan el valor, antes señalado, de esta paz cuando no aceptan o no se dejan dominar por el discurso de esta dominación que deberían, a nuestro juicio, reconocer como provechosa, civilizatoria y reveladora.