domingo, 21 de marzo de 2010

01.03.2010






En los saqueos, en la violencia, en esa agresividad animal e instintiva que explotó a lo largo de todas las ciudades de Chile que ya habían sido golpeadas por el terremoto, vimos como literalmente; el mundo se nos venía abajo, ese mundo idealizado y también, obviamente, ese mundo “concreto” que habíamos construido y del cual sentíamos tanto orgullo. De un momento a otro el enemigo “terremoto” pasó a ser la chispa que detonó la fuerza oscura y olvidada de la lucha que se vivía, desde hace mucho tiempo, en nuestra sociedad de manera silenciosa y fácilmente omitida; sólo rescatada, de vez en cuando, por académicos estudios sociológicos que nadie leerá.


El discurso pronunciado “una y otra vez” en contra de los “marginados” del sistema obligó a estos a buscar identidad al ritmo de los tambores de la omisión. Se repitió, una y otra vez, que los marginados no son más que aquellos que eligieron esa posición a pesar de las enormes oportunidades que el sistema actual les ha dado. Se creó una identidad formada por, extrañamente, “no ser parte” de ese enorme abanico de oportunidades. Una violencia que los escupió en la cara y que los marcó como leprosos dentro de la era de la globalización y el liberalismo.






El marginado, el delincuente, la prostituta, el drogadicto, el alcoholico, el desempleado, la mano de obra no calificada, la madre soltera, el que no tiene un “mínimo” de educación ... todos aquellos formaron un Chile que se nos olvidó o que creímos olvidado cuando formamos este nuevo Chile “a punto de ser desarrollado”. Pero aquellos que no tienen espacio dentro de este nuevo orden existente se hicieron visibles de manera brutal cuando ese orden desapareció; y no fue en la calle oscura, ni en el silencio de una carretera, tampoco en el olvido de un sitio eriazo: fue en nuestro propio territorio santificado bajo la premisa del orden cuando el terremoto no pudo mantener en pié la división entre normalidad y marginalidad. Producto del terremoto salieron “oscuras figuras” que vieron en nosotros a un desigual, no a un otro, sino a aquellos que los han golpeado y humillado, pero que ahora no tienen como defenderse. Un otro que los ha golpeado fuertemente con la omisión y la indiferencia, era su turno de poder vengarse sin piedad alguna contra aquellos que nunca los han tratado como iguales ... qué moral pretendíamos cuando nosotros los hemos considerado una y otra vez como anormales, inmorales, delincuentes, flojos, rascas, putos, parásitos, zánganos, etc. Por un momento se invirtieron los papeles y nos sentimos sobrepasados por el desorden; como en una pesadilla hobbesiana pudimos observar como la moral y la ley están inscritas en el hombre por la espada: la violencia como la única fuerza capaz de dar unidad a esos valores pretendidamente universales y compartidos por todos los chilenos.



Por televisión pudimos ver como existen “otros chilenos” que no son igual a nosotros; y el problema es que también ellos nos consideran diferentes... y también son chilenos. En un par de semanas más los olvidaremos ... podemos dormir tranquilos.


martes, 16 de marzo de 2010

15.03.2010

Es difícil el abstraerse de lo que pasó el día 27 de febrero pasado. De un momento a otro se nos recordó a cada uno de los chilenos aquello que parecía haber desaparecido de nuestra memoria colectiva; que somos un país que sufre de vez en cuando terremotos, y que estos dejan al país de rodillas y con un llanto generalizado.

Tal vez por eso, por nuestra amnesia, olvidamos también nuestros peores errores, o a lo mejor es la necesidad de sentirse seguro frente a una tierra que tiembla y que nos deja muertos de miedo cuando se le ocurre. Esa inseguridad ha sido histórica y basta con ver los “diarios de vida” de nuestros conquistadores españoles para darse cuenta que, hasta a ellos, les tocó vivir movimientos telúricos.





Frente a todo lo que ha pasado me es difícil el no preguntarme con respecto a nuestra seguridad, y con respecto a los frágiles que parecemos ser. Por que lo que pasó hace menos de un mes nos dejó desnudos y con una enorme patada en el hocico; pretendemos ser un país casi desarrollado que es mirado con “envidia” por el resto de América Latina, que tenemos escuadrillas de F16 y torpederos ingleses, enormes tanques Leopard y nuestra propia industria bélica, rascacielos de lujo y autos Ferrari en las calles, una gran clase media emergente con “casa propia” y con cada vez mejor calidad de vida, miles de estudiantes que hoy si pueden acceder a la universidad y cada vez menos pobres marginales ... y al parecer todo no fue nada más que una mentira; una mentira que se hizo visible con el mismo terremoto y que nos demostró que nuestras queridas fuerzas armadas aun se comunican vía FAX con el resto de las instituciones del Estado; que los aviones de la FACH sólo podían despegar después de 2 horas pasado el terremoto (la presidenta pidió un helicóptero a las 4 de la mañana y se le comunicó que podía estar disponible pasadas las 5); que SHOA tiene los equipos pero no tiene el personal capacitado; que la isla Juan Fernández pareciera que sólo es de Chile cuando se nos ocurre comer langosta; que la falta de fiscalización inmobiliaria ha permitido la existencia de edificios de cartón; que la proliferación de universidades no es proporcional a las necesidades del país y los ingenieros calculistas, sismológos o físicos brillan por su ausencia (llamen a las parvularias, periodistas o ingenieros comerciales para ver si les sirven de algo); que aun existe un Chile que sólo sale en las noticias para una desgracia o cuando rellenan el noticiario buscando lugares típicos (lease Iloca, Dichato, Punta de Papas, Coronel, etc.); que los chilenos somos capaces de saquear y pisotear al vecino cuando se encuentra de rodillas, que los ladrones no sólo se roban LCD y lavadoras, sino también hay ladrones de corbata que roban el dinero de la gente por medio de sus inmobiliarias y amigables bancos; que el terremoto nos dejó ver que existe aun “otro Chile” donde la pobreza se podía percibir con o sin terremoto; que el “país con mayor conectividad a internet y telefonía celular de America Latina depende de una manera tan frágil de los privados que quedamos todos sin comunicación por varios días; que el famoso SIC (Sistema Interconectado Central) es tan central que una falla deja sin energía eléctrica a más de la mitad de Chile (que tantos aviones F16 si dos petardos en un generador dejan a Chile a oscuras... no le cuenten a los peruanos); que ni yo ni tu sabíamos que éramos tan débiles ante una naturaleza que fue desafiada de manera brutal por nuestra soberbia con pies de barro.

Hoy más que nunca siento que este país no es lo que pretendía ser y, lo peor de todo, es que lo creímos de manera ciega... y aun lo seguimos creyendo: somos los jaguares de América Latina.

PD: Recuerden que somos un país OCDE.