martes, 19 de octubre de 2010

Entrevista a Sergio Villalobos; lealo escuchando a Wagner de fondo en lo posible ...



Debido a la falta de tiempo no he escrito, junto con una increíble flojera de ocio griego, me he visto imposibilitado de escribir en esta “humirde” columna. Sin embargo en este hedonista acto del blog me permito el copiar y pegar una gran joya de nuestra cultura académica, nada más y nada menos que los dejo con una entrevista al gran historiador y premio nacional Sergio Villalobos aparecida en la revista Capital. Repito la revista Capital entrevista a Sergio Villalobos (Una entrevista de Mefistófeles en la Biblia Satánica).

Es sólo copiar y pegar, nada más, por favor ríase con confianza ... y luego llore si lee entrelineas ....





Sergio Villalobos es un caso especial en la historiografía chilena. Premio Nacional de la especialidad en 1992, sus libros se estudian en colegios y universidades –más de algún lector de Capital habrá preparado una prueba con alguno de sus textos– y al mismo tiempo se trata de un académico controvertido, que no esconde sus opiniones y por lo mismo genera tanto afectos como rivalidades. Muy crítico de las corrientes que cuentan la historia desde el punto de vista de las masas, lo es también de los historiadores que se limitan a la elite.

Para Villalobos la historia no está ni arriba ni abajo, sino en una zona mixta, llena de contrastes, donde habita la llamada niebla de la guerra que hace de la realidad una amalgama compleja, multicolor, donde la teoría sucumbe. Más que los individuos, a este profesor –que admira sin reservas a Barros Arana, cuyo busto preside su biblioteca– le interesan los procesos. Y para descifrar las claves de estos movimientos que hacen de un período una época, se vale de todo: desde los datos bursátiles a las costumbres populares, desde el carácter de un mandatario a anécdotas aparentemente frívolas. “Se ha creído que los individuos, los gobernantes hacen la historia, pero no es así. La historia transcurre a pesar de ellos”, dice Villalobos, envuelto en un grueso chaquetón, en su casa de Chicureo.

Esta visión que apunta a los procesos recorre su último libro, el segundo tomo de su Historia de los chilenos (Taurus, 217 páginas), que va desde 1810 a 1861, incluyendo la Independencia, que prefiere llamar Emancipación; los primeros años de la República y la organización del naciente Estado.

Es un libro que, además de bien escrito, posee un ánimo ajeno a la grandilocuencia, con un narrador que se preocupa del lector y no aburre con exceso de información ni tesis alambicadas. “Mi idea era hacer una historia de Chile bastante distinta, muy asequible al común de la gente, una historia que no sea muy latera”, explica. “Trato de mostrar enfoques novedosos, donde se interpreten los hechos antes que contarlos, que se piense sobre ellos, e incluyendo cosas que a veces son divertidas, cómicas, anecdóticas, pero que dicen algo del acontecer”.

No obstante su larga trayectoria como profesor –aún hace clases en las universidades de Chile y Andrés Bello– no es raro que Sergio Villalobos aparezca en las páginas de LUN, comentado alguna polémica. Son tiempos de farándula y Villalobos, como otros intelectuales, ha sido protagonistas de discusiones, a veces virulentas, como las que originó la serie Epopeya, censurada y luego exhibida con alta audiencia en TVN. Aunque algunas de sus opiniones puedan ser tachadas de nacionalistas o muy favorables a la versión chilena, en otros temas sorprende: “El pisco es peruano. Chile se apropió del nombre”.




-Con los problemas limítrofes con Perú, ha vuelto a renacer el interés por hechos de la Guerra del Pacífico. Por ejemplo, el tema de los libros robados por Chile de la Biblioteca de Lima. Hace poco un periodista que trabajó en una exposición de tesoros de la Biblioteca Nacional, reconoció que había visto esos libros, y que incluso se habían ocultado.
-Un periodista de apellido Mendoza publicó en una revista femenina una barbaridad, una estupidez sin pies ni cabeza. El artículo no solo tiene errores concretos, sino que además la interpretación es absurda, no es robo. El robo se da entre personas no entre Estados. Fue un botín de guerra que en esa época se justificaba: el vencedor tenía derecho a tomar un botín como indemnización por los gastos de la guerra y eso lo reconocían todos los países. Ahora, no fue una cosa desordenada, llegó a la Biblioteca de Lima un oficial chileno con gente de tropa y procedieron a embalar los libros y a enviarlos a Chile, pero no fue un desorden. Parte de los libros se devolvió, inmediatamente.


-¿Usted ha visto esos libros?
-No he visto nunca ninguno, a pesar de haber sido director de la Biblioteca Nacional. Y a la encargada de las colecciones le pregunté específicamente si había libros peruanos, y me dijo que no había nada.


-En todo caso, si existieran ¿habría que devolverlos?
-Mire, por consideración yo creo que habría que devolverlos. Puede que los haya, quién sabe, porque una biblioteca que tiene 3 millones de libros, cómo se puede definir cuáles son, mejor dicho cuáles fueron, del Perú. Pero nunca vi nada parecido. Y yo trabajo en libros antiguos.


-En Perú hay un sentimiento antichileno bastante generalizado. ¿Cuáles son las razones históricas?
-Es el resentimiento por la derrota en la guerra, la pérdida de territorios. Eso ha herido la dignidad de los peruanos y siguen dándole vuelta al asunto. Además hay un uso político constante de ello.


-¿Fue tan brutal la ocupación chilena de Lima?
-¡Nada!


-¿Cómo fue el papel, por ejemplo, del almirante Lynch?
-Mantener un orden, a los soldados tranquilos. Se castigaba a los que cometían cualquier delito. O se les devolvía a Chile. Además, la ocupación de Lima puso orden. Fue antes cuando no lo había. Después de la batalla de Mirafl ores, las tropas peruanas y la gente de los arrabales, asaltó al comercio, el palacio de gobierno, y el alcalde de Lima tuvo que pedirle al general Baquedano que ingresara cuanto antes con las tropas para poner orden. Y así se hizo.


-¿Es un mito la brutalidad chilena en la invasión?
-Absolutamente. Lo que no se habla es de las cosas positivas, se ordenaron las fi nanzas, se ordenó el servicio de correos, donde había negocios muy raros, se estableció el aseo de las ciudades, se dio de comer a la gente pobre.

-Cuando surgen estos temas, la duda que queda es si somos un país nacionalista. ¿Somos?
-Somos nacionalistas. Y el Perú y Bolivia también y Argentina para qué decir. Todos lo son.

-Pero en Chile no hemos tenido líderes notoriamente nacionalistas como Perón o el mismo Chávez.
-Porque Chile ha sido un país sin caudillos. No se ha dado ese tipo humano del hombre autoritario, carismático, quizá lo fue un poco Arturo Alessandri, un poco también Pinochet, pero no ese típico caudillo americano.


-¿A qué se debe eso?
-A que el país es tremendamente unitario, geográfica, cultural y racialmente. Entonces no se dan caldos de cultivo como en otros países. En el caso de Bolivia y Perú, son países pobres, con muchas dificultades de orden, de organización, de convivencia, de desarrollo. Son países que tienen poco futuro, y por eso acuden al pasado y tratan de explicar su fracaso nacional mediante los problemas de las guerras anteriores. En cambio Francia y Alemania se ponen de acuerdo y están felices de la vida, porque son países con futuro.


-¿Cómo ha manejado el gobierno las relaciones con nuestros vecinos?
-Se han manejado bien. Es una de las pocas cosas en que este gobierno ha andado bien. Quizá la única. No se han aceptado las reclamaciones bolivianas, nunca se han aceptado, porque los tratados existen desde 1904, y en eso no se ha aflojado. Yo personalmente creo que debería buscarse alguna forma de arreglo, un enclave, un corredor, sobre todo porque es un país tan pobre.


-¿Adhiere a la tesis mar por gas?
-Eso u otra cosa. Pero problemas vamos a tener toda la vida.


-Durante el siglo pasado se habló de Chile como un caso frustrado, el mismo Encina publica Nuestra inferioridad económica, donde dice que la incapacidad de llegar al desarrollo tiene razones genéticas, raciales. ¿Está de acuerdo con esa visión que cubre buena parte del siglo XX?
-En absoluto. Chile no es un país derrotista, es un país con optimismo, autosuficiente incluso. En el contexto latinoamericano, nos consideran que tenemos un afecto especial por nosotros mismos y es cierto. Pero eso se debe a una historia exitosa.


-¿Nos hemos vuelto arrogantes?
-Un poco. Pero si nos comparamos con Argentina, no. Lo que Encina dice es que el chileno mestizo no tiene aptitudes sino para la guerra y la agricultura. Y no para la industria ni el desarrollo económico. Ese es el planteamiento. Hoy día nadie acepta, en el mundo científico, planteamientos racistas como ese. Además nuestra inferioridad económica quedó atrás hace rato.

-Pese al momento auspicioso que vive el país, hay motivos de preocupación. ¿Estamos a las puertas de una crisis?
-He hablado con mucha gente de diferentes sectores y he llegado a la conclusión que el país vive una profunda crisis moral. Todas estas sinvergüenzuras, esta ineficacia gubernativa, donde se ocultan documentos; se actúa por tincada, la cantidad de personas comprometidas en los desfalcos, la repartija del presupuesto entre los partidos de la Concertación. En general, hay una tolerancia que se ve en todas partes, la gente no reacciona ante nada.

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