Cuando se le atribuye un predicado a una sustancia formal (como es el caso de cualquier sustantivo a partir de un adjetivo formal), no tiene ninguna otra consistencia, y no puede tener otra, que la de darle un contenido ostensible a esa forma. En el “terrorismo mapuche”, el predicado “mapuche” no tiene ninguna otra función más que la de proporcionar un contenido aparente a la palabra “terrorismo”, que carece de todo contenido, al menos en este caso; político.
Si lo ponemos en términos kantianos[1]. El predicado “mapuche” proporciona una falsa “esquematización” de la categoría puramente formal de “terrorista”, confiriéndole una falsa identidad sustancial.
Ahora, en hegeliano: la verdad de tal “determinación reflexiva” (el terror a los mapuches) es su inversión inherente e inevitable hacia una reflexión determinada; el “mapuche terrorista”, esto es, el terrorismo constitutivo de la propia identidad mapuche.
[1] Aunque en el caso de Alicia Kant sería totalmente diferente. Vs. Alicia Kant “La Esperanza Continúa”. Editorial; “je, je, je”.
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