Por razones de trabajo debo ir al menos una vez a la semana al campus Antumapu de la Universidad de Chile y es por ello que utilizando nuestro excelente medio de transporte “público” paso en micro por La Pintana y puedo observar no sólo el paisaje sino también la conducta de una de las comunas y sectores más estigmatizados socialmente. No es el paisaje del Chile de exportación turística de grandes edificios, lindos malls y barrios bohemios, es el Chile de la pobreza, la violencia y de barrios donde los espacios públicos más que ser de todos son territorios de nadie. Y es una situación que parece no remediarse y que, es mas, parece acentuarse en niveles de conflicto y de marginación. En La Pintana, al menos es mi humilde parecer, los códigos imperantes no existen y la legitimidad de ciertos actos sobrepasa el actuar de la legalidad; donde el vendedor ambulante, el borracho de paradero, el olor a marihuana y el lanza parecen convivir en una frágil armonía con carabineros y el resto de la gente.
No soy nadie, ni es mi intención el juzgamiento moral, pero me es difícil el abstraerme a una conducta que se ha transformado en algo “cotidiano” e incluso amparado en La Pintana, y quien sabe en cuantas comunas más; la evasión del pago en las micros. Evasión que durante mucho tiempo fue legitimada desde diferentes visiones y “lógicas” pero que hoy se ha transformado en una fuente de disputa y tensión entre los mismos usuarios de nuestro tan bendito transporte. La evasión al pago va en aumento, así es, y debido a muchas variables esto va a continuar de manera cada vez más grave para las arcas fiscales hasta convertir, cada vez más, al transantiago en una política pública inviable económicamente y socialmente.
Con respecto al primer punto, la arista económica del transantiago, no existe novedad alguna con respecto a sus altos costos y su viabilidad bastante dificultosa; realmente este “proyecto” no entrega los números azules que se esperaban-aunque hoy no quieran reconocer que esa era una de las ideas- y los que es peor aun; se necesitan inyecciones bastante grandes de fondos públicos para mantenerlo a flote a pesar de todas sus deficiencias, ni hablar de una vuelta atrás a las “micros amarillas”. La Concertación se ha justificado que es imposible tener un sistema de transporte público decente sin subvención, en el caso de Chile lo de decente tiene dudas y lo de “público” otras tantas más, y la Alianza no ha encontrado mayores dificultades en criticar al transantiago como materialización de la ineptitud de los gobiernos concertacionistas. Pero se les ha olvidado algo bastante importante; ¿Qué pasa con el comportamiento de los usuarios? Y específicamente con respecto a un comportamiento puntual; el aumento de las prácticas evasivas que ya se han legitimado como algo habitual y que he podido observar constantemente. Hoy la evasión en ciertas comunas como La Pintana son cercanas al 40% … y qué, me podrán decir ustedes; y la respuesta es que existe un 60% que todos los días deben de gastar al menos $840 en transporte mientras ven que casi la mitad de los usuarios de su mismo recorrido gastan cero peso. ¿Es justo? No pienso hablar de justicia pero si hacer presente que los niveles de evasión seguirán en aumento y que los niveles de legitimación de esta práctica ya se encuentran socialmente aferrados… hoy puedo ver que desde el escolar hasta el vendedor de cuello y corbata, pasando por la dueña de casa y hasta el estudiante, no tienen reparo alguno en pasar por debajo o por el lado- dependiendo del sistema- y sin encontrar ningún tipo de vergüenza en sí- y una cada vez menor mirada de molestia por parte de los otros usuarios.
Esta práctica llego para quedarse y no debemos de culpar sólo a los usuarios, sino también al mismo gobierno y empresarios- estos últimos no pierden nada- que han permitido que esto suceda. ¿Será posible el que mañana puedan hacer un sistema para evitar la evasión en el pago? Si, claro que pueden en la teoría, pero en la práctica les será imposible cuando esta costumbre ha permitido que se entienda que ahora el transporte público no es más que un sinónimo de “transporte gratuito” y que así debe ser. Lo pésimo del sistema, la falta de legitimidad que se le entregó, y la nula preocupación de los empresarios por evitar la evasión, debido a que realmente no pierden nada, han permitido que esto suceda y que vaya a seguir sucediendo aunque incluyan en el transporte público buses con azafatas o diminuyan los tiempos de recorrido a la mitad. Y si esto ya es grave comiencen a preguntarse por los efectos colaterales de la evasión… la cosa se pone peor y al tensión aumenta; la señora que le grita “ladrón” al escolar que evade; los jóvenes que se ríen de aquel que paga su pasaje; y el trabajador honesto que se saca la cresta por un mísero sueldo mientras viaja pésimo, y gastando casi mil pesos diarios, mientras su vecino viaja gratis y se ahorra esa luca restregándole en la cara lo “estupido” que es por cancelar su pasaje… los ejemplos pueden ser miles más, y los he visto.
Todo me dice que esto cada vez será peor, y no me interesa salvarle el bolsillo al gobierno o a los empresarios, pero si hacer una alerta con respecto a los conflictos olvidados, omitidos u escondidos que existen ahí donde existe un Chile que aparece sólo en periodos de elecciones cada tantos años, o en Informe Especial o Contacto año tras año con los temas de marginalidad, drogas o delincuencia.
No sólo son asesinados choferes por tener la valentía de cobrar un pasaje, ni jóvenes producto de altercados en las micros; sino que también son asesinados los sueños cifrados en la meritocracia y el esfuerzo ahí donde lo deshonesto se ha convertido en legitimidad. Lo siento, ya no hay vuelta atrás; el día de mañana puede que yo también elimine de mi presupuesto mensual el pago de locomoción colectiva… ¿Por qué no?