Hanna Arendt
escribió: “El tercer mundo no es una realidad sino
una ideología”, recordándonos la conceptualización y sistema de clasificación
que se esconde tras la “idea de algo”, las leyes que sustentan esa idea como una
forma de enfrentarnos a “ese algo”. Así, por ejemplo, es posible comprender que
si nuestra percepción de la realidad es ideológica es un imposible el llegar a
establecer leyes que sustenten nuestro pensamiento sin “creer” en ese sistema
de pensamiento. Se debe creer para confiar en una idea, así la creencia en una
determinada religión es un sistema de leyes que sustentan esa creencia y no
otras “leyes” que –obviamente- desembocarían en el rechazo a tal religión. El
autor norteamericano Hal Borland escribió magníficamente: “No se
puede sospechar de un árbol, o acusar a un pájaro o una ardilla de subversión o
de cuestionar la ideología de una violeta”. La ideologías no son propias de la
naturaleza, la naturaleza no es ideológica, no podemos acusar a la lluvia de
“provocar inundaciones” ni pedir la renuncia de Dios por esto, aunque si usted
viviera en el Egipto Faraónico –que vivía bajo otro sistema de creencias- esto
sí pudiese haber sido posible debido a la responsabilidad que tenía el faraón
con respecto a los fenómenos naturales. Y hoy, décadas después de que se
proclamara el “fin de las ideologías” -una vez que cayó el muro de Berlín- nos
encontramos con el espectáculo de que se quiere proclamar el triunfo de la
tortilla –de la despolitización política- sin romper un huevo- movilización
política-. ¿Cómo proclamar la verdad de la desideologización política pero bajo
la ideología democrática de la necesidad del voto?. En otras palabras; el
triunfo de la “creencia” en un “mundo mejor sin ideologías” es que ; o existe
una verdad revelada, o la racionalización de “esa creencia” –ideología- llegó a
un punto de perfección racional tal –demostrable- que es un “axioma
científico”.
La “Mayoría Silenciosa” es eso, en mayor o en menor medida es un
“axioma científico” o una “verdad revelada”. Es esa verdad que no puede
pronunciar la palabra “Dictadura” sin caer en el conflicto de que su verdad
está teñida de vicios y violaciones a los Derechos Humanos, es mejor omitir, es
mejor olvidar ese “ideología que divide” y abrazar la “ideología que no
divide”, la verdad que te dice; todo lo que huele a político no sirve de nada
–o es conducente a nada por que “todo es lo mismo”- por lo tanto todo acto que
apele a la “vieja política” –incluyendo ir a votar- no sirven de nada, un gasto
de tiempo inútil o el legitimar a “los mismos de siempre que harán lo mismo de
siempre”. La deslegitimidad total por medio de la legitimación de que la
política es, en sí, algo que nada sirve. Lo legitimo de la “verdad
desideologizada” es que esa verdad te dice “¿para qué votar?”. "¿para qué decir dictadura?"
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