Nuevamente la Concertación ha creído ver bajo las confusas aguas de la sociedad el comportamiento y las necesidades de ella misma. Nuevamente, con la misma torpeza que arrastra desde hace una década, la Concertación ha creído que se pueden zanjar los conflictos, propios de la sociedad que dice representar, por medio de acuerdos entre “cuatro paredes”.
Hoy, al igual como sucedió con la candidatura de Bachellet, la Concertación no ha escuchado ese ruido, o murmullo, que le pide que deje de ver los votos a su favor como un acto reflejo e imposible de ser cambiado. Se está cometiendo la misma ceguera que llevo a Lagos a gritar que “hay que escuchar a la gente”, luego de no obtener más de la mitad de los votos, y la misma falta de criterio que significó que la tardía postulación de Piñera, en la siguiente elección, fuese vista por la Concertación como un acto reflejo que demostraba la falta de unidad de la Alianza. Lavin nunca fue visto por Lagos como un adversario de peso y el “escuchar a la gente” prometido por el gobierno del abanderado concertacionista fue rápidamente olvidado; la carrera ganada que corría Bachellet, según los espectaculares analistas de la Concertación, se transformó en una tortura china donde un Piñera que “no tenía nada que hacer en esta elección”, nuevamente citando a los omniscientes analistas, puso en jaque la continuidad del conglomerado de gobierno.
Hoy, al igual como en las dos últimas elecciones presidenciales, la Concertación está haciendo lo mismo; un discurso de cambio, ahí donde nunca realmente ha existido, y un escuchar a la gente cuando nunca han sido capaces de escuchar, ni siquiera, a sus mismos militantes. Es como si cada uno de nosotros fuera un Avila, un Navarro o un Arrate que es silenciado por medio de ignorar lo que representan, o peor aun, ser un Henríquez Ominami que mientras más ignorado por la Concertación es, más sube en la encuestas. ¿Cuál es la propuesta tan atractiva de Henríquez- Ominami? ¿Cómo ha logrado llegar a los dos dígitos sin ser el abanderado oficial de ningún partido? Porque la candidatura de Henríquez Ominami es la candidatura de todos aquellos que sienten que la Concertación ha sido asaltada por “unos cuantos”; es la candidatura de todos aquellos que, a pesar de todo, siguen siendo concertacionistas; es la candidatura de todos aquellos que sienten que un Adolfo o un Flores traicionaron a la Concertación y jamás votaran por ellos; es la candidatura que le dice “basta” a Escalona y sus “puteadas” a Gómez; es, en último término, la candidatura de todos los militantes y simpatizantes de la Concertación que siguen manteniendo el espíritu de ésta y que nunca han sido escuchados. ¿El programa de Henríquez Ominami? No importa, por que su candidatura responde más a un sentir, a un afecto, a una percepción que hoy se eleva sobre el 10% y que, sin importar si tiene programa o no, siente la ofuscación de ver que los verdaderos “traidores” a la Concertación no son ellos, sino aquellos que se han “apoderado”, cual príncipes electores, del poder, de los acuerdos y del “ungimiento” del nuevo rey (o emperador) en la oscuridad de la camara real sin escuchar al pueblo llano que le da legitimidad a la sucesión del poder político.
Es, en la extraña candidatura de Henríquez Ominami, donde se conjugan los decepcionados de la Concertación y su actuar, más aquellos que habían sido casi presionados a simpatizar con Piñera debido a un “emputecimiento total” con los partidos políticos de gobierno. Es por eso que los votos de Henríquez Ominami son votos de Frei, en gran medida, y de Piñera, en una cantidad nada despreciable. Pero, en realidad, son los votos de cada uno de los ciudadanos que se expresa de manera libre y sin presiones, y no una “cota de caza” como lo han querido ver los partidos concertacionistas que aun no logran darse cuenta que el “histórico 45% de la Concertación” se puede ir a la cresta en cualquier momento; y así está sucediendo. Los votos a favor del candidato de la Concertación no están asegurados, es bastante simple, pero aun muchos “príncipes electores” no logran ver esto que es bastante obvio, porque se han olvidado de ciertos fenómenos obvios de la democracia, entre ellos; el darse cuenta que los partidos proponen pero los ciudadanos con su voto disponen... aunque sus “príncipes” no lo puedan percibir en la aparente “seguridad sus palacios”.
Hoy, al igual como sucedió con la candidatura de Bachellet, la Concertación no ha escuchado ese ruido, o murmullo, que le pide que deje de ver los votos a su favor como un acto reflejo e imposible de ser cambiado. Se está cometiendo la misma ceguera que llevo a Lagos a gritar que “hay que escuchar a la gente”, luego de no obtener más de la mitad de los votos, y la misma falta de criterio que significó que la tardía postulación de Piñera, en la siguiente elección, fuese vista por la Concertación como un acto reflejo que demostraba la falta de unidad de la Alianza. Lavin nunca fue visto por Lagos como un adversario de peso y el “escuchar a la gente” prometido por el gobierno del abanderado concertacionista fue rápidamente olvidado; la carrera ganada que corría Bachellet, según los espectaculares analistas de la Concertación, se transformó en una tortura china donde un Piñera que “no tenía nada que hacer en esta elección”, nuevamente citando a los omniscientes analistas, puso en jaque la continuidad del conglomerado de gobierno.
Hoy, al igual como en las dos últimas elecciones presidenciales, la Concertación está haciendo lo mismo; un discurso de cambio, ahí donde nunca realmente ha existido, y un escuchar a la gente cuando nunca han sido capaces de escuchar, ni siquiera, a sus mismos militantes. Es como si cada uno de nosotros fuera un Avila, un Navarro o un Arrate que es silenciado por medio de ignorar lo que representan, o peor aun, ser un Henríquez Ominami que mientras más ignorado por la Concertación es, más sube en la encuestas. ¿Cuál es la propuesta tan atractiva de Henríquez- Ominami? ¿Cómo ha logrado llegar a los dos dígitos sin ser el abanderado oficial de ningún partido? Porque la candidatura de Henríquez Ominami es la candidatura de todos aquellos que sienten que la Concertación ha sido asaltada por “unos cuantos”; es la candidatura de todos aquellos que, a pesar de todo, siguen siendo concertacionistas; es la candidatura de todos aquellos que sienten que un Adolfo o un Flores traicionaron a la Concertación y jamás votaran por ellos; es la candidatura que le dice “basta” a Escalona y sus “puteadas” a Gómez; es, en último término, la candidatura de todos los militantes y simpatizantes de la Concertación que siguen manteniendo el espíritu de ésta y que nunca han sido escuchados. ¿El programa de Henríquez Ominami? No importa, por que su candidatura responde más a un sentir, a un afecto, a una percepción que hoy se eleva sobre el 10% y que, sin importar si tiene programa o no, siente la ofuscación de ver que los verdaderos “traidores” a la Concertación no son ellos, sino aquellos que se han “apoderado”, cual príncipes electores, del poder, de los acuerdos y del “ungimiento” del nuevo rey (o emperador) en la oscuridad de la camara real sin escuchar al pueblo llano que le da legitimidad a la sucesión del poder político.
Es, en la extraña candidatura de Henríquez Ominami, donde se conjugan los decepcionados de la Concertación y su actuar, más aquellos que habían sido casi presionados a simpatizar con Piñera debido a un “emputecimiento total” con los partidos políticos de gobierno. Es por eso que los votos de Henríquez Ominami son votos de Frei, en gran medida, y de Piñera, en una cantidad nada despreciable. Pero, en realidad, son los votos de cada uno de los ciudadanos que se expresa de manera libre y sin presiones, y no una “cota de caza” como lo han querido ver los partidos concertacionistas que aun no logran darse cuenta que el “histórico 45% de la Concertación” se puede ir a la cresta en cualquier momento; y así está sucediendo. Los votos a favor del candidato de la Concertación no están asegurados, es bastante simple, pero aun muchos “príncipes electores” no logran ver esto que es bastante obvio, porque se han olvidado de ciertos fenómenos obvios de la democracia, entre ellos; el darse cuenta que los partidos proponen pero los ciudadanos con su voto disponen... aunque sus “príncipes” no lo puedan percibir en la aparente “seguridad sus palacios”.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con las concepciones aquí planteadas, empero lo único que no comparto es el hecho de decir que "no importa si tiene o no un programa de gobierno"... la verda yo creo que si, y el que logre plantear debe ser, creo que así será; un programa de gobierno renovado, innovador y refrescante. Ojalá cada elector pueda saber a ciencia cierta hacia donde manda su sufragio.
ResponderEliminarPD: Te robo la nota, te doy los créditos. espero ahora no me vuelvas a eliminar por ladrón.
Saludos.