El tema identitario en América Latina es un problema que
ha adquirido una gran importancia en los últimos años, traspasando los límites
de los especialistas en el tema de carácter identitario para ser una
preocupación de carácter político y social. Sin embargo el tema de la identidad
ha estado siempre presente en América Latina, aunque no con la misma
relevancia, ya que los períodos de preocupaciones identitarias responden a
periodos de crisis y profunda crítica frente a determinados paradigmas de
desarrollo y su funcionamiento una vez llevados a la práctica; como es el caso
del Chile actual. Es en los periodos de transformaciones societales y
culturales el tema identitario se potencia y adquiere una especial
significación simbólica.
Desde los ultimos años del siglo
XIX hasta los primeras décadas del siglo XX el contexto histórico europeo cae
en la llamada “primera crisis de la modernidad europea”; esta se produjo por el
profundo malestar que vivían las principales sociedades europeas a
consecuencias de la primera revolución industrial y las promesas incumplidas
del liberalismo: paz, progreso y prosperidad. Fue, por ello, el fin de la
ilusión del liberalismo clásico de la sociedad regida por el mercado
autorregulado y la (re)emergencia de concepciones alternativas de derecha y de
izquierda. Durante esos años, a la vez, en América Latina se producía la larga
crisis de las repúblicas oligárquicas, crisis que no sólo se manifestó por la
paulatina caída de los sistemas políticos que sustentaban sino que fue
acompañada por profundos cambios sociales, culturales y en sus economías
exportadoras. La cultura elitaria de
las oligarquías, de raigambre liberal conservadora y positivista, tanto en el
terreno estético y de las ideas, fue perdiendo vigencia y legitimidad, dando
paso a profundas transformaciones sociales. Estos profundos cambios fueron
favorecidos y potenciados por el contexto internacional que hemos señalado,
principalmente europeo, que crearon las condiciones para la existencia de un
clima de decepción ante el sistema político-social y la emergencia de los
cambios dentro de este. Es decir, podemos señalar que la búsqueda de la
identidad latinoamericana surge a la par de las crisis sociales y se agudiza en
proporción directa a la imposibilidad de los Estados de responder a las
diferentes demandas y presiones ejercidas desde dentro de estas comunidades
políticas. Por ello, la primera “oleada” moderna en pos de una respuesta a la
pregunta sobre las identidades latinoamericanas se inscribe dentro del contexto
histórico de una pregunta aún más amplia: ¿cuál es el futuro de América
Latína?. La pregunta sobre nuestra identidad como latinoamericanos se vuelve
una necesidad ahí donde el paradigma sobre el “qué somos” no tiene respuesta y
entra en una crisis que supone la visibilidad de una erosión económica y
política obligando a una interrogante cultural sobre ella misma.
Hoy debemos de pensar las paradojas de la globalización y dejar de
pensar a esta como un paradigma cerrado, ya que este mismo fenómeno produce
obligatoriamente un resurgimiento de las identidades locales ahí donde este
fenómeno mundial no puede ser una respuesta favorable a las demandas y
expectativas que esta misma ha provocado (los ejemplos de Bolivia, Venezuela y
Ecuador son claros). Si antes hemos señalado que la llamada “crisis de la
modernidad” a inicios del siglo XX produjo una explosión de cuestionamientos
sobre la identidad, hoy debemos de ver que las crisis económicas dentro de un
mundo globalizado producirá obligatoriamente el resurgimiento de los
cuestionamientos sobre la identidad ahí donde la globalización no responde a
sus promesas en torno a mejoras sustanciales económicas en detrimento de los
elementos locales. Podríamos decir que la formula se invierte; se comienza a
criticar el modelo económico global a la vez que se refugian en identidades
locales hasta ayer criticadas como una forma de retraso o explicación frente a
las desigualdades o inestabilidades económicas.
Es por eso que la búsqueda de una identidad mirando al pasado es
extremadamente dificultoso ya que la sucesión de rupturas no coinciden,
tampoco, con la nación o el Estado en Latinoamérica debido a que los Estados de
América Latina pueden contener a la vez diversas nacionalidades y, por ende,
diversas culturas. Seguramente es por esta razón que la pregunta sobre nuestra
identidad presenta la dificultad de que nuestra historia latinoamericana se ha
construido en torno a abruptas y constantes superposiciones que hacen más
borrosas la búsqueda de una huella de continuidad en la construcción
identitaria nacional y regional. El
caso es que la transculturación o
transplante de culturas foráneas en nuestro subcontinente americano junto con
el sincretismo y mestizaje socio-cultural ha mantenido latente la preocupación.
y la dificultad misma, para dar respuesta a nuestra identidad como Latino
América.